Pierre Mornet |
Andaba aún a tientas,
volvía aún del sueño,
toda traza perdida, toda huella,
como quien descendiera
de un desmedido empeño.
Recuerdo el implacable
cerco nocturno,
mano profunda en mí
empuñando mi mente,
y como en el verano
el baile de los poseídos,
cada día era más
y más frenético.
Detrás de la colina
el camino desciende
lento hacia la ciudad,
y el aire, cálido y voraz, penetra
con violencia en el pecho.
Es de nuevo la vida.
Primer poema de Suicidios y otras muertes (1974)
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