El mundo reunió
a los animales antiguos,
y los enterró bajo una luz secreta,
ardiendo están de melancolía.
Tus manos, de mujer trabajadora,
hija de Nun,
se suicidan cada noche
de palabras sin decir.
Llueve, y el sonido contra el cristal es la sangre de los sueños.
La bella esperanza
y su pequeña piel inmadura,
formas sagradas, incorpóreas,
que aguardan el futuro.
La aureola de los santos,
el inclinar de tu cabeza,
los templos derruidos,
las moscas y los cenotafios,
la esperanza, la amenaza,
los eclipses oscuros,
la saliva de los muertos,
un hombre en pie que alarga su sombra:
augurios y presagios de un mar circular y en calma, inmenso.
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