Inmóvil en los días y en el tiempo,
en la distancia adecuada para saber morir.
Sin proposito, ni fin,
ni vida trazada,
en el misterio de
mi nombre
me hundo,
apenas cuatro sílabas
que no sé decir.
A los lenguajes inventados destrucción y silencio,
al tiempo pasado destrucción y silencio.
De madera esparto y
hueso
los cadáveres sin cabeza
supurados
por el mar
parecían dormir
bajo la blanquecina luz de marzo.
En el momento en que se cerraban los versos
en una noche llena de noche
de una noche en llamas
de una mano arrancada
al filo ardiente y el silencio.